26.6.08

Cerrando las puertas del reino


La ley de la UE, recrudeciendo las medidas contra los inmigrantes fuera de la ley, con prisiones y deportaciones, o el proyectado muro norteamericano en su frontera con el mundo latinoamericano comienzan a ser síntomas preocupantes de aislamiento de ciertas zonas del mundo pero ¿porqué pasa esto y a dónde apunta? La historia nos puede dar una perspectivadistintas de fenómenos aparentemente coyunturales como éstos, pero que no son sino viejos capítulos del mismo libro.

Como todas las civilizaciones que llegan a un punto óptimo de desarrollo, en lo alto de la cima la preocupación ya no es cuán más alto se puede subir, sino mantener el lugar y preocuparse por no caer. El impulso de avance se ve reemplazado poco a poco por instintos defensivos. Le está tocando vivir eso a Occidente, la civilización noratlántica que alcanzó  predominio  demográfico, territorial, económico, cultural y militar indiscutible en el siglo XVIII, y que se convirtió en influencia y referencia indiscutible sobre todas las demás culturas del globo.

A finales del s.XIX y comienzos del XX, Occidente llegó a su punto máximo de hegemonía y a la vez, llegó el de inflexión. La ventaja demográfica fue la primera en extraviarse ante la explosión poblacional en India y China gracias a los nuevos métodos de cultivo y sanidad que el propio Occidente introdujo. El predominio territorial en el globo se perdió después de dos guerras mundiales, nacionalismos fortalecidos en todas las regiones del mundo, metrópolis europeas debilitadas, y la postura prodescolonizadora de los EEUU de la posguerra, mitad idealista, mitad interesada en afirmar su propia hegemonía.  El último tercio del siglo XX y el presente XXI está viendo el final del predominio económico, primero con un Japón que se colocó como la segunda economía más poderosa, que fue simplemente el avance de la película por venir: la ascención de una China e India que intentan recuperar los siglos fuera del escenario protagónico.

Con el dominio militar aparentemente asegurado por las gigantescas fuerzas armadas de los EEUU, cuyo presupuesto es equivalente al de los siguientes 20 ejércitos más poderosos del planeta , Occidente tiene el brazo bélico aún en buena forma por lo que resta del siglo XXI, salvo algún inesperado giro dramático, siempre probable en la historia. Pero con el predominio económico en entredicho por los nuevos competidores asiáticos, los EEUU y Europa ven peligrar su hegemonía cultural ya no solo fuera, sino en sus propias fronteras. Occidente ha perdido confianza en el propio prestigio de su influencia como civilización y ve con espanto que ellos ya no solo cumplen el papel de ingrediente cambiante de la receta de las demás culturas, sino que estas culturas también pueden cambiarla con sus ingredientes propios. Occidente ya no solo transforma a todos con la globalización que partió de su seno, sino que está a punto de ser transformado por el mismo proceso.
 
Y eso genera temor: la mutación no por los factores endógenos que provenían de los propios cambios tecnológicos y políticos, sino ahora por los exógenos, de las culturas que ya fueron mutadas por la influencia occidental y son irreconocibles si se comparan con sus versiones de hace unos siglos. Los EEUU, que pudieron asimilar a la tradición anglosajona a inmigrantes de distintas procedencias durante dos siglos, ahora teme ser cambiado radicalmente por la influencia latinoamericana en su población y cultura, y por lo tanto erige una muralla, no literal sino real, a lo largo de la extensa frontera sur con México. Entretanto la población europea  al ver pulular turcos y mezquitas, exige a sus gobernantes medidas cada vez más duras con la inmigración, engendrando una ley draconiana de desportación y encarcelamiento de ilegales, lo que solo es el inicio de políticas más estrictas a futuro.

Cerrar fronteras y tener miedo a influencias extrañas suele aparecer como una constante en las civilizaciones que inician un período de caída o fosilización, al contrario que la apertura y la asimilación, que caracteriza culturas vitales y crecientes, con confianza en sí mismas. Ejemplos de ello en los últimos siglos puede verse en el fenómeno sucedido con el mundo árabe y el sínico (chino). 

Entre los siglos IX y XIII, la cultura árabe-islámica tras su expansión militar asimiló la herencia mesopotámica, persa, helénica y romana, así como aprendió de sus contactos con la India y la China. Ciudades como Bagdad o Córdoba eran lugares cosmopolitas, donde judíos, persas, árabes y cristianos convivían con muchos menos problemas que en la Europa de aquella época. Tras las cruzadas cristianas, la devastación de los mongoles (con la horrenda destrucción de Bagdad) y la posterior invasión de los turcos del este, el mundo árabe comenzó a desconfiar del extraño y cerrarse poco a poco en sí mismo, lo que se acentuó aún más con el dominio otomano con sus interminables conflictos con Rusia, Persia y la cristiandad occidental. El mundo islámico, antes permeable y de donde los europeos aprendieron las matemáticas y bebieron un pensamiento aristotélico procesado entre otras maravillas griegas y orientales, se fue rezagando y durmiendo hasta volverse blindado y seco.

En China, la dinastía Ming que gobernó entre los siglos XIV y XVII marcó el apogeo y la decadencia del estado más poderoso del mundo. Los chinos (o más precisamente, los han) amalgamaron muchas influencias en toda su área de doninio, hasta volverlas una pasta más o menos homogénea bajo un solo estado y un solo sistema de escritura. El éxito de China la llevó a ser totalmente superior a los rivales que tenía a su alcance. Cuando tuvieron como vasallos a los reinos de Indochina, Corea y el Tíbet, y la amenaza mongol fue en su mayor parte asimilada tras su última y espectacular invasión en el s.XII, la China Ming se quedó en la cumbre de todo el mundo que tenía a su alcance, y los pocos estados que estaban fuera de su dominio (Japón, Camboya, Java) la temían y estaban bajo su influencia. Una vez sin enemigos, China se cerró definitivamente a la influencia exterior y consideró todo lo extranjero de origen inferior y bárbaro. No realizó grandes exploraciones después del s.XV ni consideró nuevas ciencias más allá de las propias. Solo fue con las dolorosas y sucesivas derrotas militares ante Europa (y más tarde ante Japón) en el s.XIX que China se dio cuenta que ya no estaba en la cima del mundo, y que ese lugar lo habían ocupado esos bárbaros del otro lado del mundo que se apropiaron de su brújula, sus cañones, su imprenta y su papel. 

Europa y los EEUU, es decir Occidente, no se quiere ver retratado en estos ejemplos, y se recurre más bien al paradigma de la Caída del Imperio Romano, que muchos historiadores (el más influyente en esta visión es el clásico inglés Edward Gibbon) atribuyen como factor importante a la incorporación y dominio de los bárbaros extranjeros en su sociedad. 
Pero Roma no es más que otro ejemplo más del dilema de puertas abiertas o cerradas. 
La ciudadanía romana se fue haciendo poco a poco extensiva, desde la ciudad de Roma y luego la península itálica, a todos los hombres libres que habitaban el Imperio, y hasta los llamados bárbaros en sus fronteras, asimilaron su cultura, vivieron en ciudades romanas, hablaron latín, se organizaron políticamente como romanos, admiraron a Roma y su esplendor, hasta hacerla suya material y espiritualmente. Si Roma hubiera sido una civilización hermética e impenetrable, su desaparición como estado no solo podría haber sucedido antes, sino que su mucho de legado podría haber quedado como curiosidad arqueológica. Más allá del colapso del Imperio, Roma sobrevivió no solo en el chispazo carolingio o en la salvaguardada Bizancio sino posteriormente en estados como Francia, Inglaterra o España, antes bárbaros galos, godos, pictos, sajones y celtíberos, que heredaron muchas costumbres, instituciones y visiones del mundo romano.

Las medidas de cierre de compuertas solo retrasan algo inevitable. Es entendible la reacción ante lo foráneo cuando compromete no solo la seguridad (los inmigrantes dedicados a la delincuencia) o el mercado laboral, sino la misma forma de vida, pero es un fenómeno histórico inexorable, más aún en la era del transporte rápido y global, que los lugares prósperos atraigan a los habitantes de las zonas rezagadas. Occidente cambió al mundo y ahora será cambiado por el mundo que ayudó a crear solo para ser algo distinto y más vital,  o se cerrará y sufrirá de una esclerosis similar a las pasadas por otras civilizaciones, quizá no en el s.XXI pero sí en los subsiguientes.

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