3.9.09

El día que extrañaremos a los EEUU - (I)

¿Vamos a extrañar a esos malditos yankees?

¿Aquellos que partieron un pedazo de Colombia para construir un canal y le arrancaron a México un brazo y una pierna? ¿los que invadieron Panamá, Guatemala, Nicaragua, Cuba, Puerto Rico y Granada, que crearon la Escuela de las Américas y apoyaron dictaduras de derecha durante la Guerra Fría?

La respuesta "sí, cómo extrañamos a esos bastardos, qué buenas épocas fueron, ¿recuerdas que al menos los EEUU...?." puede suceder en un escenario más probable de lo que muchos se imaginan.

Pero no aún, no a corto plazo al menos. Todavía causa picazón que amplíen su misión militar en Colombia, lo que ha generado un debate urticante dentro del naciente UNASUR. Es entendible que después de generaciones atestiguando el abuso de poder norteamericano no nos hayamos dado cuenta de una cosa: la importancia de Latinoamérica para los EEUU mengua poco a poco, y más que un lugar estratégico para ocupar, hace tiempo somos un saco de papas que no quieren cargar en sus espaldas.

Estados Unidos tuvo alguna vez sueños imperiales concretos. Fue a finales el s.XIX, cuando destruyeron, sin despeinarse ni sufrir grandes bajas, los restos del poder español en América durante la guerra de 1898. Con ello comenzó un proceso de desplazamiento de la esfera de influencia inglesa en favor del naciente poder norteamericano en Latinoamérica, que se aceleró con la Primera Guerra Mundial.

Nosotros ni lo notamos. Pasamos de un hegemón a otro y ambos hablaban inglés. Al igual que a los británicos, solo les interesaban el comercio y los buenos negocios. Y al igual que ellos, tenían esa fastidiosa manía de amenazar con su poder naval en las costas de países donde sus intereses económicos comenzaran a ponerse en grave riesgo. Esta práctica disminuyó conforme avanzaba el siglo XX, pero dejó sus consecuencias como la "independencia" forzada de Panamá.

El estallido de la II Guerra Mundial y el incidente del ataque japonés a Pearl Harbor puso a los EEUU en alerta continental. Muchos países de la región ofrecieron gran libertad para la instalación de bases norteamericanas, y las pequeñas flotas latinoamericanas colaboraron con la US Navy en la vigilancia de lugares estratégicos como el Canal de Panamá, que podían ser atacadas por los japoneses o alemanes (y que casi sucedió ¿conocen la historia del alucinante submarino-portaaviones Sentoku I-400?).

Derrotado el Eje, Latinoamerica todavía siguió en la pupila norteamericana. La URSS era el nuevo enemigo, y sus armas no sólo eran nucleares sino ideológicas. Con un pasado intervencionista a cuestas, los EEUU emplearon muchos esfuerzos económicos y diplomáticos, así como a sus servicios secretos en el juego del tablero latinoamericano. A pesar de la caída de la URSS en 1991, el paso de los intereses norteamericanos por la región dejó huellas en nuestra memoria colectiva y nuestra autoestima de naciones intervenidas.

Sin una superpotencia rival que rivalice la supremacía política, estratégica e ideológica, solo quedan dos intereses de peso para los norteamericanos al sur del Río Grande: la migración y el narcotráfico.

La migración extranjera y sus consecuencias se mantienen en debate en el viejo melting pot norteamericano, con algunos pensadores conservadores que temen la pérdida de la identidad anglosajona de los EEUU. Pero la solución finalmente descansa más en la política interna norteamericana de control de fronteras y en acuerdos bilaterales con el único país latinoamericano con una frontera terrestre permeable, México.

El narcotráfico pertenece a un enfoque distinto. La guerra contra las drogas ha orientado el movimiento de la política exterior norteamericana en la región, pero cada vez más se hace notoria su infructuosa naturaleza y, a pesar del espejismo de las bases en Colombia, con una importancia descendente en la agenda norteamericana.

Para un país con toda una cinematografía y literatura dedicada a la "Era de la Prohibición" del alcohol, las lecciones quizá debieron ser aprendidas antes: No hay resultados. Las mafias se hacen más poderosas. Los gobiernos locales se enfrentan a estructuras alternas de poder que arrebatan el control de zonas enteras de su geografía, creando inseguridad interna y capacidad para exportar el crimen. El dinero del tráfico ilegal corrompe aparatos de poder enteros: políticos, jueces y policías. Y quien quiere conseguir una droga ilegal, la consigue cada vez con mayor facilidad en un mundo ultracomunicado, pero a un precio inflado artificialmente y con una calidad decididamente no regulada. Este poderoso resumen de Alfredo Bullard es ideal para quien se sienta aún poco convencido.

La legalización de todas las drogas (sí, todas) que conducirá al fin del tráfico ilegal es un decreto que ya se encuentra en la punta de la lengua de nuestra generación, que no es ni hippie ni conservadora, sino hedonista y práctica en estos menesteres. La única duda es si sucederá más pronto de lo que pensamos. En el supuesto que comience en los EEUU, será un verdadero efecto dominó en la región. Más allá de algunos compromisos continentales y comerciales, al finalizar la "Guerra contra las Drogas", los EEUU tendrán muchas otras prioridades en su agenda que el vecindario con dos siglos de independencia que aún no se las arregla para dejar de ser la región con más desigualdad económica del mundo.

Personajes como Hugo Chávez o algún otro símil que surja en el futuro a mediano plazo, no representarán una amenaza seria. Incluso durante los dos períodos del nefasto George W. Bush, negocios como los de la exportación de crudo desde Venezuela no se vieron suspendidos. Si Cuba contara con petróleo para exportar, sin duda el primer cliente en el que pensaría el ahora undead Fidel Castro sería uno que está a solo una balsa de distancia. Política internacional y negocios son factores más interdependientes de lo que suele creerse.

La disminución de interés por Latinoamérica coincide con un período de aminoramiento relativo de fuerzas en los EEUU. Después de innecesarias y ruinosas aventuras en el exterior, el único poder incontestable de los EEUU que es el militar, se ve también restringido en su uso. La primacía económica, la influencia político y soft power de los EEUU se han desgastado y dilapidado entre la invasión a Irak de 2003 y el crack de 2008. Y son esos tres factores, no el militar, los que hacían fuerte la presencia norteamericana en la región. Su disminución crea vacíos de poder con otros actores más próximos llamados a llenarlos.

Los EEUU se alejarán más y tendrán otros problemas de los qué ocuparse antes que de nosotros. Esto, que incluso suena a buenas noticias, será el campanazo indicando que el orden que se basaba en la hegemonía norteamericana ha cambiado a uno multipolar. Y multipolaridad, que parece sonar a mieles y maná, es lo más parecido en geopolítica a Mad Max: máxima anarquía, tensión y lucha hasta la aparición de un nuevo hegemón o de un delicado equilibrio consecuencia de algún episodio traumático.

Suficiente por hoy. Todavía no extrañemos a los EEUU. Espera la continuación de este tema, con nuevos hegemones, multipolaridades, crisis y otros detalles interesantes.